domingo, 5 de octubre de 2014

OTHELLO, EL MORO DE VENECIA

Pieza escrita por William Shakespeare en 1603 aproximadamente ya que se estrenó en 1604 ante la corte inglesa.
El que una obra se titule con el nombre del protagonista es algo usual, sobre todo en las tragedias, desde la Grecia clásica, y sin embargo en este caso el peso de la obra no lo lleva Othello sino Iago, urdidor de lo que podríamos llamar “el crimen perfecto”.
Para entender esto, haremos un resumen de la obra, intentaré no extenderme demasiado.
Resumen
La obra empieza en Venecia, donde Othello, hombre de confianza del Duque, cargo principal de la ciudad, ha elegido como teniente al leal Miguel Cassio. Iago le comenta furioso este hecho a Rodrigo, pues él quería ese puesto y se ha tenido que contentar con el de alférez. Rodrigo también está enfadado ya que él pretendía a Desdémona pero su padre, Brabantio, se la negó y Desdémona se ha entregado, enamorada, a Othello. Así pues, los dos soldados celosos, despiertan a Brabantio para avisarle de que su hija no está en casa sino con el moro. Fuera de sí, Brabantio acude al Duque a pedirle venganza para Othello, pero éste manda llamar a Desdémona y es ella quien afirma quererlo sobre todo.
Iago no soporta que Othello salga victorioso y, escudándose en una habladuría de él con su mujer Emilia, que no sabe si es verdad ni le importa, urde un plan: hará creer que Cassio y Desdémona se ven a escondidas.
En el Acto II, el ejército del Duque va a Chipre, con Othello como gobernador, a luchar contra los turcos, pero la batalla no se produce porque una tormenta destruyó la flota de éstos. En la fiesta que tienen los venecianos, Iago manda a Rodrigo a provocar a Cassio. Othello acude para ver qué ocurre y despide a Cassio, pues Iago lo acusa de herir a Montano, antiguo gobernador de Chipre; después le aconseja a Cassio que hable con Desdémona para que interceda por él.
En el Acto III Cassio le pide a Desdémona que convenza a Othello para que le devuelva su cargo. Iago y Othello los ven juntos, ocasión que aprovecha aquél para crear celos en el moro. Mientras, Desdémona pierde un pañuelo que le regaló su marido; su criada Emilia lo encuentra y lo recoge. Iago le ve al pañuelo y se lo pide, ella se lo deja y él lo pone en la habitación de Cassio; después insta a Othello a que le pida el pañuelo a Desdémona en prueba de su amor, pañuelo que no le puede dar porque no sabe dónde está.
En el Acto IV las insinuaciones van aumentando, Othello ve cómo Cassio le da su pañuelo a Bianca, una prostituta; esto unido a las artimañas de Iago hace que sufra un ataque. Iago aprovecha que Cassio iba a pasar la noche con Bianca y le pregunta sobre su encuentro con ella sin decir el nombre; por supuesto tiene oculto a Othello para que oiga la conversación y crea que se trata de Desdémona. Othello decide matarla.
En el Acto V Iago convence a Rodrigo para que mate a Cassio y así pueda obtener él a Desdémona. Pero en la riña, Cassio hiere a Rodrigo y Iago lo mata para que no descubra su intriga, además hiere a Cassio. Othello cree que lo ha hecho para vengar su honra y no pregunta nada. Luego entra en su dormitorio y ahoga a Desdémona. Acude Emilia, y Desdémona antes de morir exculpa a su marido. Entran todos y Emilia aclara la urdimbre de su marido al que apresan para torturarlo hasta morir, pero antes mata a su mujer por delatarlo y Othello se suicida al ver la barbaridad que ha cometido.
Temas
Por supuesto, el tema de la envidia y sus consecuencias está a lo largo de la obra. Iago es envidioso ante todo y de ahí devienen todos sus males; no soporta que Othello sea su jefe, tampoco que haya conseguido a Desdémona, aunque él no la quiera, pero aprovecha que Rodrigo sí, para estafarlo; no soporta que Cassio consiga el puesto de teniente, por lo que está dispuesto a todo con tal de arrebatárselo; no quiere a su mujer, Emilia, por lo que la utiliza para sus planes al tiempo que se ríe de ella, la maltrata, la ofende y finalmente la mata.
Iago es el mal, cuesta creer que haya alguien así a no ser que tenga perturbadas las facultades mentales pues es frío, calculador y no muestra empatía con nada ni nadie.
Otro tema es el del honor y la condición de la mujer en la sociedad aurisecular, por un lado encontramos a las casi niñas, inocentes, sin personalidad, que toman el papel de casadas, parecido al que tenían con sus padres, deben mostrarse sumisas y obedientes. Desdémona es así, aniñada, aunque no tan obediente pues el amor pudo en ella más que el honor, de manera que abandonando a su padre se entregó a Othello.
Esto será un argumento para que Iago empiece a despertar los celos en Othello (“si desobedeció a su padre, también te puede desobedecer a ti”).
Pues esta desobediencia paterna tendrá su castigo final y Desdémona, sin tregua, sin derecho a demostrar su inocencia muere por honor, tal y como afirma Othello “…pues no hice nada por odio, sino todo por honor”.
Por otro lado, encontramos a la mujer que ha crecido y se ha desengañado de la vida, de los hombres, del amor y de la fidelidad. Emilia es claro ejemplo de aquélla que soporta todo de su marido y, sin embargo, es leal a su dueña y a la verdad. Fuerte y decidida insulta a Othello “Ah, idiota, ignorante como la basura”; y delata a Iago saltándose todas las normas sociales “…que los Cielos, y los hombres, y los demonios, todos, griten «¡vergüenza!» contra mí, pero he de hablar”. Esta desobediencia marital también tendrá, lógicamente, su castigo.
Sin embargo mediante el honor aparece una fuerte crítica social. Cuando Othello se quita la vida, al darse cuenta de la desgracia en la que se ha sumido por obcecarse con los celos sin dejar que Desdémona se explicara, deja en el espectador un regusto agrio de la sociedad y del concepto que se tenía del honor:
Lodovico: …
                     ¿Qué se dirá de ti?
Othello:  Bah, lo que sea; un asesino por honor, si queréis: pues no hice nada por odio, sino todo por honor”
Y, por supuesto, el tema de los celos está presente, pero son celos basados en habladurías, tal como afirma Iago que hará “…insinuar en los oídos de Othello que tiene demasiada familiaridad con su mujer”; o basados en actos, tal  como dice Othello “No, Iago, he de ver antes de dudar; cuando dude, quiero pruebas”. Los celos irán transformando el carácter de Othello, se vuelve desconfiado, impaciente, deja de razonar, se animaliza; sólo así puede llegar a cometer el crimen.
Personajes
Estamos de acuerdo en que al hablar de “Othello” nos viene a la mente el moro como personaje principal, sin embargo el que lleva el peso de la obra es Iago, él es la personificación del mal, es envidioso, (dice de Cassio) “el bribón es guapo y joven,…Es un completo bribón pestilente”; quiere que los demás no alcancen lo que él no tiene, es codicioso, vengativo, maltratador de mujeres, empezando por la suya, (a Emilia) “…por la calle parecéis pinturas, y campanas en vuestros salones; en vuestras cocinas, gatos monteses; santas cuando injuriáis; diablos cuando se os ofende; juguetonas en los trabajos de la casa, y amas de casa en la cama”, es racista, (de Desdémona) “Si hubiera sido tan bendita, jamás habría querido al Moro. ¡Un cuerno, bendito!”, es sádico, embustero, embaucador, (a Othello) “la buena fama en el hombre, y en la mujer, mi querido señor, es la joya más elevada…el que me arrebata mi buena fama… a mí me deja de veras pobre.”
Y sin embargo Othello no es la encarnación de los celos, (otros personajes del teatro del Siglo de Oro español han matado a sus mujeres con menos pruebas). Si tuviéramos que definir a Othello diríamos que es sensible, de buen corazón, (en la riña de la fiesta) “¡Qué! En una ciudad en guerra, todavía agitada, con los corazones de la gente llenos de miedo hasta el borde, ¿provocar riñas internas y particulares, y de noche, y con el cuerpo de guardia que es la seguridad?”. Es el perfecto enamorado, confía en su mujer, sabe que lo ha elegido a él pudiendo haber obtenido a quien quisiera, por eso se muestra confiado, alegre, feliz con ella…pero Iago siembra el mal, y ayudado de casualidades, le presenta “pruebas” de que Desdémona lo engaña con Cassio. De hecho, Iago lo define al final del Acto I “El Moro es de carácter generoso y abierto… y se dejará llevar tan fácilmente por la nariz como los burros”.
Cassio es un auténtico merecedor de la confianza de Othello, es alegre, honrado, valiente y leal, por lo que también supone una presa fácil para Iago, que llega a emborracharlo para conseguir que Othello lo destituya al herir a Montano en la pelea que él maquina. “…he perdido la parte inmortal de mí mismo, y lo que queda es bestial. ¡Mi honra, Iago, mi honra!”.
Desdémona es enamorada, no cabe duda; para ella lo primero es su marido, a quien le da todo poder, por eso incluso cuando la está matando lo exculpa, aunque no entienda la razón de la desconfianza de Othello. Pero es demasiado infantil, no está preparada para el matrimonio, situación que a veces parece tomarla como un juego. Confía tanto en su pareja que no se para a pensar que sus actos o palabras puedan ser malinterpretadas; de ahí que insista hasta la exhaustividad para que Othello restituya a Cassio “¿Qué? Con Miguel Cassio, que venía contigo cortejando, y que tantas veces tomó parte a tu favor cuando yo hablaba de ti para denigrarte, ¿hay que hacer tanto para que entre otra vez? Por Nuestra Señora, yo era capaz de mucho.”
Y Emilia es quien tiene los pies en la tierra, ella es la que define a la mujer con una forma de pensar incluso actual. Representa la liberación de la mujer, sin miedo a las consecuencias. “Que sepan los maridos que sus mujeres tienen sentidos como ellos: ven y huelen y tienen paladar para lo dulce y lo agrio, igual que los maridos”
Emilia es el sentido de la justicia, ella es quien da la voz de alarma y acusa a Othello por el crimen, y luego acusa a su marido como urdidor de todo, aun sabiendo que la matará por ello “Por los cielos que no miento, caballeros. ¡Ah! imbécil asesino! ¿Qué iba a hacer tal necio con una mujer tan buena?”.
Estilo
Si hubiera que definir brevemente el estilo de Shakespeare sería “fresco, cautivador”, pero no podemos quedarnos en esto, pues es mucho más complejo. Sin embargo da la impresión de que el autor, seguro de conquistar al espectador, no alambica el lenguaje, lo da como aparece en la vida misma, con irregularidades, con sorpresas (que a veces parecen añadidos sin mucho sentido respecto de lo que se había dicho antes). Al final del Primer Acto, Iago afirma que odia a Othello porque se metió en la cama con su mujer y, sin embargo, al comienzo sólo aludió a la envidia que tenía a Cassio por haber conseguido el cargo de teniente; y no le importa que la estructura quede inconsecuente (como a Cervantes en “el Quijote”) sino que lo maneja tan bien que parece que tenía que ser así. El vocabulario es tan enérgico que, aun sin describirlos, los personajes quedan esbozados, incluso físicamente, a través de él. (Othello a Desdémona) “Vamos mi dulce amor… y todavía está por sacar el beneficio entre tú y yo”. (Iago) “… ¿Cómo entonces, soy un traidor al aconsejar a Cassio ese camino recto, derecho hacia su bien? Teología del infierno… yo le verteré al Moro una infección por el oído… Así convertiré su virtud en pez, y con su propia bondad tejeré la red que los envolverá a todos. –¿Qué hay Rodrigo?”
Los personajes quedan poco definidos y sin embargo son grandiosos, precisamente porque no están encorsetados, son libres, sorprenden con los cambios en su pensamiento y actuación.
Las expresiones son vivas, centelleantes, de hecho, a veces aparece una metáfora brillante, “…un viejo macho cabrío está cubriendo a vuestra ovejita blanca”. Los juegos de palabras, los chistes en lo grave. lo sexual, lo soez, lo indecente, salpican la tragedia poblándola de ironía “…pues no hice nada por odio, sino todo por honor” (Othello), como la propia vida (Rodrigo a Brabantio) “… os ruego que digáis si es por vuestro gusto y sapientísimo consentimiento… como vuestra bella hija, a estas horas intempestivas y silenciosas de la noche, escoltada por un guardia ni mejor ni peor que un villano a sueldo de cualquiera, un gondolero, ha ido a darse a los groseros apretones de un lascivo Moro”; otras veces, el lenguaje altisonante nos recuerda el culteranismo propio del barroco español (Othello) “… amor, renuncia a tu corona y cede el trono del corazón al odio tiránico…”, o expresiones conceptistas alusivas a los mitos de la antigüedad “… no sé dónde hay un calor prometeico que pueda encender de nuevo tu luz”. Pero siempre, en conjunto, resulta un lenguaje vivo y un pensamiento totalmente actual (Emilia) “Ellos no son más que estómago, nosotras somos solo alimento. Nos devoran con hambre, y cuando están hartos, nos vomitan.”


            Seguro que hay más temas, seguro que los recursos del estilo son muchos más; no hemos dicho nada, en los Personajes, de Rodrigo o de Brabantio. Ahora puede ser un buen momento para ello a través de vuestros comentarios.