lunes, 15 de septiembre de 2014

LA METAMORFOSIS

En 1912 aparece La metamorfosis escrita por Franz Kafka, hijo de un alemán y una judía. Normalmente no especifico nada de la vida de los autores que he tratado pero este relato, o novela, es demoledor, y adquiere más sentido si tenemos en cuenta el ambiente opresivo que sufrió el enfermizo niño Franz (murió de tuberculosis en 1942, antes de cumplir los 40 años), y las situaciones que vivió en su trabajo como agente de seguros de accidentes laborales.
Sin embargo, por debajo de esa rotundidad escalofriante  late un sarcasmo implacable hacia el ser humano (puede que debido precisamente a la época, lugar y familia que le tocaron en suerte).
El título sugiere ya algo de la tragedia de sus páginas pues “metamorfosis” viene del griego y significa transformación; el significado de meta es “más allá” (como en metáfora, metástasis…), el de morfo es “forma” (como en amorfo o morfología), y el sufijo –osis quiere decir “cambio de estado” —para mal por lo general— (como en cirrosis, apoteosis, tuberculosis).
Y efectivamente La metamorfosis es la transformación de Gregorio Samsa en insecto hasta que muere por no poder convivir con los humanos —tampoco con los insectos como es de suponer— y esto (creo) también alude al autor y al hecho de no sentirse parte real de los judíos o de los alemanes.
La metamorfosis es una novela corta o un relato largo que no tiene capítulos; en su estructura externa no hay apartados, sin embargo se pueden diferenciar tres partes en la estructura interna:
La primera desde que Gregorio despierta una mañana en su habitación, convertido en insecto gigante, aunque sigue pensando como humano pues intenta levantarse para coger el autobús que lo llevará al trabajo. Sin embargo la “transformación” se ha producido y hará que, como insecto, empiece a cambiar su vida. Con un esfuerzo ímprobo consigue bajar de la cama y salir de la habitación. El gerente de su trabajo ya había ido a su casa a pedirle explicaciones de su tardanza. Todos sienten miedo y repugnancia ante su visión y el padre, a empujones, consigue meterlo de nuevo en su cuarto hiriéndole con la puerta. Gregor queda encerrado y su jefe huye de su lado. Su vida social-laboral ha quedado destruida.
La segunda parte contiene la existencia del joven Samsa como insecto en su habitación. El sentimiento que experimenta, de angustia e inferioridad, va en un aumento proporcional al egoísmo de su familia. Otra visita provocará la segunda salida del cuarto, pues los padres alquilan la habitación de la hija, Grete, a tres señores, y una noche en la que la chica toca el violín para ellos, Gregorio sale de la habitación, provocando un revuelo en los inquilinos y la furia del padre quien lo hiere de muerte incrustándole una manzana. Arrastrándose vuelve a la habitación. Su vida familiar ha quedado destruida.
La tercera parte es ya su agonía, ahora como monstruo, hasta que la muerte destruye por completo su vida.
El espacio del protagonista es reducido, su cuarto; dos veces intenta salir y las dos, su padre vuelve a encerrarlo; esto acrecienta su angustia, su miedo, su dolor y su resignación ante el fatídico destino.
Ha pasado más de un siglo desde que se escribió y sigue siendo actual, porque La metamorfosis representa el símbolo de la angustia y la soledad del ser humano (hoy lo llamamos depresión); situación estresante que conlleva la pérdida de identidad (Gregor Samsa empieza a perder su identidad primero ante los demás y luego ante sí mismo para transformarse en un insecto —no sabemos cuál— que a su vez va perdiendo la identidad de animal para transformarse en un monstruo —con la manzana incrustada en su caparazón—).
La angustia, el estrés, la soledad, la depresión, no son sino el fruto de las relaciones familiares en las que prima el autoritarismo y por lo tanto la deshumanización, “Tiene que irse –dijo la hermana–. No hay más remedio, padre. Baste que procures desechar la idea de que se trata de Gregorio”.
Pero además, las relaciones sociales también contribuyen a inutilizar al individuo, la ostentación del poder en manos de desaprensivos que hacen que el ambiente laboral se transforme en un absurdo, “Vendría…el doctor, para quien todos los hombres están siempre sanos y sólo padecen de horror al trabajo.”; el miedo a lo desconocido que consigue animalizar a las personas al sacar su cara más egoísta y brutal.
La metamorfosis es una alegoría y sus personajes, aun reflejando bastante a los seres que rodearon a Kafka, son simbólicos. Gregor Samsa es el símbolo del hombre sacrificado, con alto sentido del deber y culpabilidad, “temía, con su lentitud en girar, impacientar a su padre,…advirtió contrariado que, caminando hacia atrás, no podía controlar la dirección”. El padre representa a la persona dominante, pero amparado siempre por otros y tirano con los más débiles, con un  punto de cobardía, “Salgan inmediatamente de mi casa-dijo el señor Samsa, señalando la puerta, pero sin soltar a las mujeres”. La madre es la imagen de la debilidad, de la persona vulnerable. La hermana, Grete, es el prototipo de joven vitalista, alegre, algo despreocupada mientras todo gira a su alrededor y en su provecho, pues cuando se tuercen las cosas puede sentirse la persona más desdichada del mundo. Y el jefe es el símbolo del despotismo y la arrogancia.

Kafka utiliza, de forma magistral, para conseguir esta implacable sátira de la vida humana, metáforas de expresión irracional que intercala en una descripción detallada y profusa plagada de adjetivos expresivos que van conformando, casi sin darnos cuenta a veces, ambientes caóticos, catastróficos; las interrogaciones anafóricas destacan la indignación del protagonista, esto, unido a la repetición de términos “gerente, gerente…”,amplía su angustia; la intensidad de lo negativo aumenta con el paso del tiempo para Gregorio quien se ve sometido a una crueldad intolerable, casi tortura constante, en la realidad que lo rodea, de difícil catalogación en lo real o en un sueño, pues a veces está tan deformada que aparenta una caricatura tan cruel y degradante que linda con lo que un poco más tarde conocimos como esperpento… Es que, a veces, la realidad es surrealista “…este breve diálogo reveló que Gregorio, contrariamente a lo que creía, estaba todavía en casa”.

jueves, 11 de septiembre de 2014

MITO DE DON JUAN

Nos introducimos en un mito basado en un personaje literario perteneciente a una obra en la que, de nuevo, aparece la lucha entre el Bien y el Mal, El burlador de Sevilla y convidado de piedra, escrita hacia 1616 por Tirso de Molina. El protagonista es don Juan Tenorio, personificación absoluta de la vida en libertad, como juego y disfrute exclusivamente (lo que en realidad es uno de los sueños más antiguos del hombre). La finalidad es doctrinal, con un acusado talante moralizador, puesto que el castigo infernal hace que triunfe el Bien.
Merece la pena resumir la obra de teatro porque suceden varias acciones al mismo tiempo en diferentes espacios. Esto hace que el texto teatral tuviera un toque innovador en el Siglo de Oro. Otro, sin lugar a dudas, es la profundización psicológica con que está tratado el protagonista. Y otro, la crítica al poder.
En el Primer Acto el carácter de don Juan queda definido. Goza, en Nápoles, de Isabela haciéndose pasar por el duque Octavio, su prometido. Cuando ella descubre el engaño pide auxilio y el rey acude con don Pedro Tenorio, tío de D. Juan y embajador español, a restaurar su honor. Al ver en los aposentos de la duquesa a su sobrino, don Pedro le aconseja que se vuelva a España; luego le dice al rey que el embozado se ha escapado y en su huida ha dicho que era Octavio. Isabela no lo niega.
En el trayecto, el barco donde viajaba don Juan se hunde, y él llega medio ahogado a la costa de Tarragona; allí, la pescadora Tisbea, a quien antes hemos visto jactarse de que rechaza a todos los hombres, le da auxilio y cobijo. Don Juan, con promesa de convertirla en su noble esposa, la goza durante la noche y se escapa para Sevilla por la mañana.
Mientras, el rey español, quiere agradecer a don Gonzalo de Ulloa su buena embajada en Lisboa y le ofrece a don Juan Tenorio como esposo de su hija Ana.
Pero en el Acto Segundo, el rey se entera de la fechoría de don Juan en Italia, y para acallar a Octavio, que no sabe por qué el rey de Nápoles lo acusa de forzar a Isabela, le ofrece a Ana de Ulloa. Además aconseja a su privado don Diego Tenorio, padre de don Juan, que mande a su hijo a Lebrija hasta que se olvide el asunto, y allí se case con Isabela para apaciguar a la corte italiana.
Sin embargo doña Ana de Ulloa es pretendida por el marqués de la Mota, quien ha conseguido una cita con ella. Don Juan engaña al marqués, y con la excusa de allanarle el camino toma su capa, se hace pasar por él, e intenta disfrutar de doña Ana, pero ella lo descubre y a sus gritos acude su padre D. Gonzalo, quien es asesinado por D. Juan. La guardia real prende al marqués de la Mota creyéndolo asesino de D. Gonzalo (por el cambio de capas).
Don Juan continúa su camino a Lebrija y en Dos Hermanas se encuentra con las bodas de Patricio y Aminta, a las que, prácticamente, se invita. En el Acto Tercero promete matrimonio a Aminta, y goza de ella tras decirle al novio que él ya la había conseguido antes y venía a enmendar el daño.
Mientras, Isabela, en su venida a España, se encuentra con Tisbea; entre las dos descubren las fechorías de D. Juan y deciden acusarlo ante el rey. Por otro lado, Octavio y el marqués de la Mota descubren las traiciones de don Juan y deciden vengarse.
Pero no es necesario. Ante tal desaguisado será la justicia divina la que ponga fin a todo. Don Juan ve en una iglesia la estatua erigida en la tumba del Comendador y se burla de él invitándolo a cenar. Esa noche, la estatua va a su casa y le devuelve la invitación a don Juan, quien acepta y acude a la cena en la Iglesia. La estatua le da la mano y lo abrasa interiormente hasta matarlo, negándole la confesión que pide en el último momento. Y en la corte todo termina bien al conocer su muerte. El marqués de la Mota se casa con Ana de Ulloa. El duque Octavio con la duquesa Isabela; Tisbea con su amigo Fabio y Patricio y Aminta retoman sus desposorios.
Pues sí, este personaje es un mito, un rebelde que vive al límite burlando, violando, desafiando a cualquiera, incluso a la máxima autoridad terrenal o divina, despreciando todo tipo de leyes y normas morales. Tisbea le advierte en más de una ocasión “Plega a Dios que no mintáis”. Su criado también le advierte “Lo pagaréis en la muerte” Don Diego Tenorio le dice “Que es juez fuerte Dios en la muerte”. Y cada vez que oye algo de esto, don Juan Tenorio responde “Tan largo me lo fiais”. Hasta cuando ve en la iglesia la tumba del Comendador y lee el epitafio “Aquí aguarda, del Señor el más leal caballero, la venganza de un traidor”, se burla de forma ofensiva (tirando de la barba) y le dice “Tan largo me lo fiais”.
Tirso se encarga de retratarlo a la perfección, don Juan es un libertino, casi un ser demoníaco, por lo que sólo será vencido por Dios. Curiosamente al hablar del mito de don Juan se piensa en el conquistador, de hecho incluso en alguien al que los hombres admiran por sus conquistas femeninas y las mujeres desean por sus virtudes femeninas. Pero no nos confundamos, don Juan es un depravado, un rico egoísta, acostumbrado a tener lo que quiere con la ayuda de su padre y del poder:(a su criado) “Si es mi padre el dueño de la justicia, y es la privanza del rey, ¿Qué temes?”
Se aprovecha de la situación privilegiada de su familia para ser perdonado por el rey (cualquier otro hubiera sido encarcelado por sus fechorías), ofende a duques, marqueses, hacendados, suplanta personalidades y desafía a la autoridad paterna y estatal sin que le ocurra nada. Si pensamos en eso, tiene poco que admirar.
Además es un violador; teniendo en cuenta que sólo entrar en el aposento de una mujer ya era deshonrarla, conducirla al escarnio, a la exclusión social y al sufrimiento, el pasar la noche con ella era condenarla; de hecho Tisbea (representante del pueblo) e Isabela (de la nobleza) se culpan del engaño “Mal haya la mujer que en hombre fía” pero deciden ir a pedir justicia al rey (el autor, que tenía un punto feminista). Si pensamos en esto, tiene poco que desear.

Si don Juan no hubiese sido hijo del privado del rey, sobrino del embajador, su vida de juego, libertad y desprecio a las normas habría sido castigada por las leyes terrenales. Debe ser que para los poderosos sólo funciona la justicia divina ¡Pues vaya!